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Muerte y resurrección

Acabo de dejar a Luca con Lida.  Me quedan tres horas por delante. Por mi cabeza pasan todas las cosas que debo hacer y al mismo tiempo, una gran pulsión presiona mi cuerpo a punto de esparramarse. Intento aquietarme y me pregunto qué necesito. Subo al cuarto de invitados. Abro el escritorio de tesoros. Saco el cuaderno, la caja de acrílicos, los pinceles y un tarro pequeño de cristal. Bajo al salón y me siento en el sofá. Abro spotify y busco la banda sonora de mis huellas. Segundos después suena Afterglow de Michael Hoppe. Cojo el tubo e pintura aguamarina y comienzo a pintar con él, sin usar pincel.  Le sigue el azul y el amarillo.  Instintivamente cojo el temido color negro. Y sin darme cuenta ya tengo las manos metidas en el lienzo.  Los puntos negros de pintura se empiezan a expandir y a engullirlo todo. Sigo moviendo las manos en el papel y de repente saltan a la cara. La muerte está aquí y sollozo sin dejar de mover las manos sobre el papel. Y de repente entre lágrimas veo que aparece el aguamarina y sonrío. También el azul y el amarillo. Los colores de mi aura resurgen de la muerte, el miedo y el vacío. Paro. Me entran ganas de vomitar. Voy al baño. Tengo el estómago pesado y revuelto.  Me lavo la cara, las manos y los mocos. Me siento más liviana. De vuelta al salón, cojo la manta que le compré a Luca hace unos meses. Me acurruco en el rincón del sofá, cierro los ojos y me cubro con la manta. Rápidamente sube la temperatura. Se está tan bien aquí que quisiera quedarme para siempre…Chupo mi mano y veo a la de luca cuando mama. Abro los ojos y la luz se cuela por la manta roja. Me parece que estoy metida dentro del vientre de mi madre. Me estremezco y me dejo estar ahí, en el calor, el bienestar y la seguridad hasta que me duermo.

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