fbpx

Entender con el corazón

El 30 de marzo fui al supermercado. Gasté 6 pares de guantes y dos mudas. Tiré todas las bolsas del super, puse en cuarentena los productos que no me hacían falta y lavé con agua y lejía aquellos que podría consumir en breve. ¿Exagerado? Sin duda. Mi gran miedo, no poder cuidar a luca si me contagio del covid19. Días antes de salir de casa, después de vivir confinada en nuestro particular oasis durante 3 semanas, me preguntaba si un niño de 8 meses, lactante, podía traumatizarse si su madre desaparece de repente, sin más. Ese pensamiento me obsesionó durante días. “¿Y si muero?” Menos mal que hace unos meses contraté un seguro de vida. Cosas que se nos ocurren a las mentes planificadoras y calculadoras como la mía.

Mucho han cambiado las cosas desde que nació Luca. El primer mes estaba inmersa en los cuidados de un recién nacido y haciendo lo imposible para conseguir darle de mamar, la lactancia y sus falsos mitos, mientras en mi interior sentía una gran lucha y resistencia a renunciar a la vida que tenía antes de parir. Fantaseaba con salir a bailar, tener un ratito para mí, estar tranquilamente abrazada a mi pareja o recuperar mi cuerpo para volver a sentirme yo. Aunque mostraba una paciencia y constancia infinita con Luca a veces me sentía asfixiada. Cuando lloraba intensamente quería acallarlo sin importar el modo. Recuerdo una vez en la que, en medio de una gran llantina por cólicos, acabé llorando tanto como él. Durante dos horas lo había probado todo, arrullarlo, cantarle, los ruidos blancos, mecerlo, darle el pecho, intentar dormirlo, dejarlo en la cama, cogerlo en brazos… Finalmente deambulaba por el salón en penumbra cuando me puse a llorar desconsoladamente. En medio de esa angustia y ansiedad, y con el cansancio de una mujer centenaria, pensé “si casi no puedo tenerme en pie, ¿cómo voy a sostenerlo a él?” Me daba miedo que se me cayese de los brazos. Y de repente, paró de llorar. Después de aquel episodio entendí como hay madres, desequilibradas y desquiciadas, que agreden a su bebé. Yo misma me había visualizado estrangulando al mío. Cobraban sentido las palabras de Daniel Gabarró explicando lo que es el amor hacia los hijos: el amor es cuando no matas a tu hijo, aun teniendo ganas de hacerlo. Y te aseguro que las tendrás, decía en un video.

 

Al principio quería matarlo y ahora no puedo vivir sin él.

 

El 3 de agosto parí una nueva vida y mi vida pasada murió junto a mi placenta. Luca rondaba el cuarto mes cuando me di cuenta de que estaba transitando un proceso de duelo. Hasta entonces había transitado la negación, momentos de ira y depresión. Recuerdo que me preguntaba ¿Va a ser siempre así? Poco a poco y conforme se pasaron los cólicos, el terrible dolor de espalda por no encontrar la postura para amamantar a Luca y los primeros consejos apabullantes de la gente, aparecieron los momentos de soledad madre e hijo, las primeras miradas cómplices, las sonrisas y el instinto animal.  Fue entonces cuando comencé a aceptar que yo no era yo, sino que éramos una fusión de dos. Empecé a entender a mi madre, cómo me crío. Como una loba amamantaba a Luca y lamía mis heridas, purgándome con cariño y llenándome de admiración hacia ella que había sacado adelante a 4 niños pequeños. Si hubiese sabido antes lo que era la maternidad me hubiese ahorrado unas cuantas sesiones individuales de terapia para sanar mi sensación de soledad de aquella época infantil.

Recuerdo un día que le comentaba a mi pareja, con cierto asco, cómo funcionaba un sacamocos que había comprado. Él se reía y me decía que, si no tuviese ningún aparato y tuviese que quitarle los mocos a Luca en una urgencia, se los sorbería con la boca. Está loco pensé!!! Sin embargo, después de estos ocho meses con Luca, el seguro de vida, mi hazaña en el supermercado, un mes confinados en los que mi vínculo con él ha crecido tanto como su curiosidad, ya puedo decir que entiendo con el corazón, a mi madre, a mi pareja, a los padres que llevan a sus hijos a fiestas, a los que no, a los que se quejan, a los que no dicen ni mu, a los que pasan la tarde en el centro comercial, un lugar seguro para niños desparramados, a los que bañan a sus hijos todos los días sin saltarse uno por lo que implica romper la rutina y a los en algún momento pierden los estribos y alzan la voz.

2 comentarios

  1. Tere

    Me en canta la frase del amor » el amor es cuando no matas a tu hijo, aun teniendo ganas de hacerlo». Es tan cierta… jajaja
    Me siento muy identificada contigo, imagino que como cualquier madre.
    Y que cierto eso que dicen de que hasta que no eres madre no entiendes lo que tus padres han hecho por ti. Es que por mas que te expliquen cosas de la infancia, hasta que no pasas noches sin dormir por sus colicos, hasta que no te desesperas de verlo rabiar con los dientes, hasta que no sufres viendo a tu niño malito, no te das cuenta de lo que han tenido que pasar tus padres para sacar adelante a cada uno de sus hijos.

  2. Tere

    Me en canta la frase del amor » el amor es cuando no matas a tu hijo, aun teniendo ganas de hacerlo». Es tan cierta… jajaja
    Me siento muy identificada contigo, imagino que como cualquier madre.
    Y que cierto eso que dicen de que hasta que no eres madre no entiendes lo que tus padres han hecho por ti. Es que por mas que te expliquen cosas de la infancia, hasta que no pasas noches sin dormir por sus colicos, hasta que no te desesperas de verlo rabiar con los dientes, hasta que no sufres viendo a tu niño malito, no te das cuenta de lo que han tenido que pasar tus padres para sacar adelante a cada uno de sus hijos

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: